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LAS EXPERIENCIAS COMO FACTOR DE DIFERENCIACIÓN DE LOS DESTINOS

por Xavier Orlando

En una sociedad cada vez más globalizada, a la hora de elegir los destinos para viajar las personas se han tornado más exigentes con respecto al tipo de vivencia que desean tener durante su corto tiempo libre. De acuerdo con el estudio realizado por Booking con más de 22.000 viajeros de 29 mercados en el mundo para definir las tendencias de viaes al 2020, el 62% de las personas entrevistadas coinciden en que elegirían un destino que reuniese sus actividades y lugares de interés favoritos en poco espacio para ahorrar tiempo en desplazamientos.

Es por esta razón que los destinos turísticos en el mundo se ven presionados a buscar permanentemente nuevas propuestas de viajes, diferentes, competitivas, que agreguen vivencias memorables y perdurables a la cotidianidad, permitiéndoles mantenerse a flote en el dinámico mercado turístico actual que continúa en asceso de acuerdo con las cifras emitidas por la OMT, alcanzando el 6% a nivel mundial con 14.000 millones de viajeros en el mundo.

En este contexto, entendiendo que lo más importante es que el turismo genere un desarrollo integral en los destinos, se vuelve trascendental evaluar qué les conviene más a los destinos turísticos: ¿Tener mayor número de visitantes? ¿Tener mayor ingreso económico?, como información base para generar estrategias de posicionamiento que determinarán a mediano y largo plazo su diferenciación en el mercado.

A través de la oferta turística diferenciada basada en experiencias, los destinos turísticos tienen la oportunidad de incrementar la calidad de gasto del visitante, aunque esto represente tener menos llegadas a un destino, obligándolos a concentrar su atención en segmentos de mercados específicos, en los que se pueda brindar mayor personalización del servicio.

Estas acciones requieren un proceso técnico de atención muy minuciosa, ya que de manera inicial se debe trabajar sobre la experiencia del cliente a nivel empresa y posterior a nivel destino en una fase de consolidación.

De esta manera, el valor competitivo de un destino se centrará en una oferta turística diferencial, basada en brindar experiencias turísticas memorables a los visitantes, alinándose a las ecesidades del mercado, donde los consumidores están dispuestos a pagar más por una buena experiencia garantizada que sea real, no solo prometida a través de sus diferentes canales comunicacionales.

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Este valor competitivo necesariamente debe ser complementado con una campaña de marketing relacional, que vaya más allá de la captación simple de visitantes, que establezca relaciones emocionales con los destinos, tomando como insumos las características propias de sus territorios, transmitiendo de manera relevante el ¿por qé son diferentes en el mercado?, aunque cuenten con condiciones similares a los destinos competidores cercanos.

“La diferencia genera experiencia”.